Patricia Diosa
Lic. en Psicología
Máster en Psicología Analítica Junguiana
http://www.psicologia-junguiana.blogspot.com/
El renacimiento es un acontecimiento arquetípico, es decir, un hecho psicológicamente percibido por todos los seres humanos. Desde las costumbres ritualizadas del “año nuevo, vida nueva”, los festivales de primavera, todo suceso que representa un alto en el camino de la vida, como la terminación de una relación, la muerte, un cambio importante de empleo o de ciudad, etc. Pasando por todas estas pequeñas cosas hasta los momentos de cambios y renovación en la sociedad y en la civilización, tal y como conocemos el Renacimiento italiano del S. XIV. Están configuradas a imagen y semejanza de este modelo prototípico.
El renacimiento está asociado a la salida del sol después de la oscuridad, quién no ha evocado esta profunda experiencia desde el fondo de su alma… que el sol vuelva a salir, que se acabe la tristeza, que podamos renovarnos, que podamos pasar página, que podamos volver a empezar, que haya otra oportunidad. Porque para que se dé el re- nacer, es precondición la muerte. Es necesario que estemos inmersos en la experiencia de crisis, con más o menos dolor y desesperación, que conllevan el fin de una etapa, un proceso, una relación, etc.
En el fondo del corazón anida una promesa de esperanza, como en el fondo de cada noche anida el sol, sin esta certeza en nuestra naturaleza interior, nuestra vida psíquica estaría gravemente afectada. Porque también todos hemos visto algún penoso caso de personas que parecen no tener esa promesa en su corazón.
Esta promesa es una riqueza de un valor incalculable para la vida y durante miles y miles de años, los seres humanos de todas las latitudes hemos rendido culto a esa promesa. Todas las mitologías, las religiones, el folklore, cuentan con imágenes de este acontecimiento fundamental que es el renacimiento.
Para los países con estaciones, es por excelencia la llegada de la primavera el desencadenante natural de este sentimiento, se suele decir que “la primavera la sangre altera” aludiendo a las poderosas ganas de vivir que se desatan. Nuestra naturaleza interior también quiere explotar tanto como los cerezos en flor!!!! Por esto es importante que estemos atentos a todo aquello CREATIVO que brota como una flor silvestre en nuestro corazón.
La promesa renacentista parece decir: el impulso renovador de la vida, siempre vuelve a venir. Es más, vive siempre dentro de ti. Tiene un tempo para despertar… y luego volverá a dormir. Pero tanto como los niños físicos, los niños del alma necesitan muchos cuidados para poder alcanzar la madurez y cumplir plenamente sus cometidos. Esos pequeños brotes de nuestra naturaleza interior, pueden, con nuestro trabajo alcanzar la plenitud, o pueden en nuestra ausencia, simplemente volver a dormir.
La promesa NUNCA se rompe. Pase lo que pase, está escrita en el corazón de todo cuanto vive.
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